El árbol de Navidad.
El sonido del timbre atraviesa el denso olor a pavo de la
cocina sin detenerse, y estalla cerca de la ventana abierta donde Teresa fuma.
Gira la cabeza en dirección a la puerta y escupiendo el humo de la boca ahoga
el cigarro en el cenicero lleno.
Caminando hacia la puerta se agacha un momento para
comprobar que el pavo sigue dorándose en el horno a la velocidad adecuada. Pavo
al horno con cebolla, el plato que cada Navidad se esfuerza en cocinar para
mantener viva la tradición.
El timbre vuelve a sonar.
-¡Ya va!
Sale de la cocina y abre la puerta de su piso, aun con la
manopla de cocinar enguantando su mano, y el olor del cigarrillo en su pelo. Lo
primero en aparecer es la sonrisa de Jorge, y a medida que la hoja se desplaza
el resto de su persona va formándose como un puzle de piezas muy bien
abrigadas.
-Feliz Navidad.- Dice sin perder la sonrisa. Se dan un
profundo abrazo en el portal, antes de que Teresa se haga a un lado para
dejarle entrar.
-Veo que sigues fumando.
-Este año lo dejo.
- Como todos los años…- Jorge ríe.- He traído vino.
- Tráelo a la cocina.- Teresa grita desde allí, donde ya ha
echado otro rápido vistazo al pollo y se ha encendido otro cigarro. El olor a
tabaco llega hasta Jorge en el momento en que deja el vino sobre la encimera de
madera.
- ¿Y qué tal te va todo, Tere?
- Bastante bien.- Teresa responde sin quitarse el cigarrillo
de la boca, mientras ocupa sus manos haciéndose una coleta.- Conseguí un par de
días de vacaciones extras en la oficina, el último artículo que hice fue todo
un éxito.- Termina de ajustarse el coletero y se quita el cigarro de entre los
labios con una sonrisa.- ¿Y tú que tal con tu chico nuevo?
- Nos va genial. Para mí que este es el definiti…-El timbre
resuena otra vez por la cocina, y una exasperada Teresa vuelve a aplastar el
pobre pitillo contra el rebosante cenicero.
- Será tu hermana…Oye pues el año que viene podrías
traértelo, ¿no?
Teresa vuelve a abrir la puerta, y las ramas de plástico de
un abeto se cuelan en el pequeño recibidor haciéndola retroceder de un salto.
Los peludos tetáculos verdes prosiguen su avance sobre la alfombra, derribando
de las paredes un par de cuadros.
La cara de Marta emerge de entre la maleza como una
sonriente zarigüella.
-¡Mirad qué he traído!
Jorge aparece en el umbral de la puerta dela cocina con los
ojos muy abiertos.
-Ay dios...ese no es…?
-¡Siii! ¿Os acordáis de él? Lo encontré ayer en el trastero
de casa de papá, estaba buscando el taladro para colgar un cuadro en mi baño
cuando lo vi en una esquina. ¿Os acordáis de lo bien que nos lo pasábamos
correteando a su alrededor? Y encontrar cada mañana de navidad los regalos
debajo…¡Era genia..!
-No quiero esa mierda en mi casa.- Teresa la interrumpe.
La sonrisa de Marta
se congela, perdida en el espacio entre una palabra y la siguiente. Jorge
aparta la mirada del cuerpo rígido de Teresa. Ella aprieta los labios y permanece
quieta y en tensión, apretando el aire en sus puños cerrados.
Marta y Jorge intercambian miradas sin saber muy bien qué
hacer, y el árbol pesa en los brazos de la más pequeña de los hermanos.
-Déjalo contra la pared.- Teresa murmura mientras vuelve a
dirigirse a la cocina, el olor a pavo lo inunda todo. Se enciende otro
cigarrillo con fruición y da una larga calada antes de retirarlo de sus labios.
Desde la ventana puede oír cómo Marta y Jorge colocan el viejo árbol contra la
pared del recibidor. Unos instantes después su hermano ocupa el hueco a su lado
y le roba un cigarrillo.
-¿Tú no habías dejado de fumar?
- Sí.- Da una larga calada.- Te has pasado con Marta. Sabes
que lo ha traído con toda su buena intención.
-Me da igual. No lo quiero en mi salón. No quiero ni verlo.-
Teresa respira el humo con furia.-Paso de ese árbol.
-De pequeña te encantaba.
-¡Que me da igual Jorge! ¡Que he estado ya muchos años muy
bien sin el árbol y sin tu padre y no los necesito ahora ni a uno ni a otro!
Jorge permanece en silencio, apurando su cigarrillo. Afuera
de la ventana sólo se ve la oscuridad del patio del edificio, pero el recorte
del cielo está plagado de estrellas.
-Yo también le echo de menos.
Teresa no le mira. Deja a su cigarrillo morir en el repleto
cenicero, y se cruza de brazos bajo su jersey azul.
-Sé que aunque llevarais mal mucho tiempo no por eso habíais
dejado de quereros. Al menos estoy seguro de que él seguía pensando en ti.
También sé que te dolió no poder estar ahí, ni poder decirle nada de despedida.
A nosotros también nos pilló de sorpresa…Ya sabes cómo era…Tan orgulloso que no
nos dijo ni que se moría. Quizá esperara aguantar hasta Navidad, y así habría
tenido una excusa para llamarte. No lo sé. Pero apartar de tu vida todo lo
relacionado con él, incluidos tus hermanos, no es la manera de superarlo.
Teresa clava los ojos en las baldosas del suelo. No se
mueve. Jorge aguarda. Poco a poco un temblor nace de sus manos y recorre su
piel hasta llegar a los labios. No llora. Teresa, la mayor de los tres hermanos
nunca llora.
Jorge la abraza con cariño y en silencio, comprimiendo sus
infancias en un único y simple momento representativo, en un perfecto abrazo que
huele a pavo y a tabaco.
-El pavo se ha quemado.- Marta los mira con carita asustada,
esperando otro vendaval de su hermana. Teresa ríe y se frota los ojos con la
manga de su jersey.
-Pues como todos los años...Anda, vamos a poner el árbol.