sábado, 16 de junio de 2018


-Que se vaya la luz.

Y  la luz se fue. Puede que siempre hubiera querido irse. Le di un beso antes de que se fuera. Uno pequeñito, un beso de estrella atrapado en las paredes de una botella de vino donde vive un genio borracho. Un pequeño duende de orejas afiladas que siempre le echa la culpa al alcohol, al delirium tremens que su propia existencia le obliga a soportar.

-Que se cierren las ventanas.

Y todas y cada una de las hojas de papel que volaban por el cuarto cayeron muertas al suelo al dejar de correr la brisa, como un otoño de apuntes mojados con la lluvia azul del boli, una primavera escondida en bibliotecas y libros. Dejaron de agitar sus páginas los ordenadores e hibernaron al comienzo del verano, como osos desubicados.

-Que callen todos.

Y una a una las bocas se fueron cosiendo con hilos de seda roja. Los dientes se abrazaron en camas de marfil, con los colmillos enfundados en cálido cuero. Las lenguas notaban el crujir aterciopelado del paladar y se veían envueltas en bailes salvajes con la saliva. El único sabor que fue invitado al baile fue el que llevamos escrito dentro cada uno de nosotros y que a veces encaja con el que ofrecemos hacia afuera, cuando las sonrisas son reflejo del alma.

-Que empiece la música.

Y la mesa inició un lento compás aletargado, denso y pesado como los objetos que soportaba, tambores de madera. La alfombra dejó deslizar las notas como acordes de pelos sintéticos y agudos calcetines, la cama susurró el coro de las sábanas contra el bajo de la almohada.

-Y ahora, hazme el amor.

Y comenzamos a rodar en el infinito.

jueves, 7 de junio de 2018

Riesgos


Mis instintos no suelen fallar. Mezcla de tripas y de conocimiento empírico, soy capaz de leer en las caras el dolor que me van a provocar. La tuya me hace gritar. Jodido, ¿verdad? Y sin embargo no puedo apartar mis ojos de ella. Al igual que mis instintos me avisan también me hacen ignorar el peligro. Será que me provocas tendencias suicidas cuando me miras. Supongo que siempre me ha gustado el riesgo, lamer el filo de la navaja y comprobar en el espejo si he partido mi lengua en dos. Algo así es besarte. A veces lo hago con los ojos abiertos, intentando atrapar cada finito instante de tu piel contra mi piel en una jaula de recuerdos. A veces te observo y me pregunto cuánto vas a aguantar. Cuánto de ti me queda hasta que tenga que volver a borrar otro rastro de huellas pisada en mi vida. ‘’Es perfecta’’, pienso. Tú te giras y descubres mis ojos, y sonríes. ‘’ ¿Qué?’’ me llamas. ‘’Nada’’ cuando realmente quiero decir ‘’todo’’. Que te beso como si cada vez fueras mi última cena. Pero ya lo he dicho antes. Es ese riesgo el que me empuja, el que me late cuando estás conmigo. Será que me gusta que me hagan daño. Será que hay gente que ha sido hecha para encontrarse y despedazarse. Tus esquinas encajan con mis aberturas y cuanto más te acerco más te clavas, y la sangre manando. Será que yo no puedo amar de otra manera. Pero es sentir tu respiración y me dan ganas de aprender tu idioma para así entiendas mi querer. Y me dicen que no te idealice. Cómo coño no voy a hacerlo si me recuerdas tanto a las partes que me gustan de mí. Que se jodan. Cavaré mi propia tumba en tu vientre y dejare que me dispares en la frente desde tu pedestal de mármol. Lo único esta vez que sea a matar. Me recuerdas al motivo que me hizo empezar a dibujar. Más de lo mismo. Lo de siempre. Sigo sin cambiar. Sólo puedo esperar que tú seas diferente. Pero eso ya lo pensé antes. Nunca cometo el mismo error dos veces; pero, oh dios hay tantos errores para cometer. Cometerte es un vicio que me mantiene despierto, mis ojeras son las marcas de tus pulgares y mis versos nunca han sonado tan cutres como cuando intento hablarles de ti. Cómo hablar de algo tan sutil. Comerte para luego sufrir el hambre de no tenerte, bailar en tus pupilas para caer al suelo cuando se vaya tu luz. Pecar para poder confesarlo; pero qué pecado. Que todo lo que escribo sobre ti me suena a poesía, y te juro que a mí nunca me cuadraron bien las estructuras. Me gustaría preguntarle a Lorca a ver qué coño opina de tus ojos.
No te equivoques. Que ninguno de vosotros se atreva a confundir mis palabras. Esto no es un lamento. Esto no son los lloros de un corazón destrozado que busca el entendimiento de aquellos abatidos por el amor. No. Son ya demasiados golpes para que me goteen las lágrimas. Sólo son palabras hermosas camuflando la verdad del piano en mis tripas. Hola. Sé que me vas a joder. Así que date prisa y acaba cuanto antes, que no quiero perder más el tiempo.

azul como el mar

Beber con Disney. Crecer huyendo del lobo de tu cuarto por el palacio con suelos de mármol binario, uno negro uno blanco, uno entero uno en ...