14 vidas son dos gatos. Y dos gatos fuimos. Y de tanto
maullar, nos quedamos roncos. Con el moreno que da la luna, recorrimos
incansables la oscuridad de las calles nocturnas. Nos enredamos en cada
esquina, examinamos palmo a palmo los rincones más perdidos de la ciudad
dormida, buscando fragmentos relucientes de sueños rotos entre los cascos de
botellas.
Entramos, como piratas, en los bares más sucios, los antros
donde se amontona el barro de las suelas. Donde los cigarros entonan un
‘’morituri te salutan’’ antes de arder.
Por esos suelos nos revolvimos tú y yo. En esa mugre dejamos
huellas de nuestras zarpas. De sus charcos bebimos cada noche, buscando
estrellas perdidas, echando carreras con las luces del cielo. Tú, mi gato. Tú y
tus siete vidas. Las gastamos todas. Quemadas como cerillas, de tanto rasgarlas
contra el asfalto. Entramos en combustión tantas veces… Ardimos tanto que ya
nadie recordaba que no éramos sino gatos. Ni siquiera nosotros mismos.
Un mal día nos alzamos sobre nuestras patas.
Un mal día dejamos caer las garras.
Un mal día empezamos a vestirnos como ellos, a hablar, a no
decir nada. Y un muy mal día, de nuestra última vida, dejamos de ser gatos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario