domingo, 24 de diciembre de 2017

Si vas a matarme


¿Vas a matarme? Si es así, no me avises. Prefiero que me sorprendas. Prefiero encontrar la bala en uno de tus besos.

Si vas a matarme, apunta bien, pero no al corazón. Está ya roto. Coloca el cañón de tu pistola en mi lengua, para que deje de buscar tus labios.

Asegúrate también de sacarme los ojos, para que no sigan tu caminar.

Quema mis orejas, para que el dolor de la piel carbonizada me haga olvidar el ruido de tus dientes contra ellas.

Te diría que me cortases también las manos, pero estoy convencido que sus fantasmas aún iban a recordar el tacto de tu piel, la electricidad que hacíamos en tu cintura.

Sácame además los pulmones, porque están llenos de tu aliento con sabor a adicción.

No te olvides de ese trozo de hombro, donde has llegado a cerrar los ojos. Arráncamelo sin miedo y haz un estropicio de carne sangrante en mi pecho.

Pero, por favor, deja mi mente intacta. Déjala torturame con tu recuerdo.

Déjame aunque sea los pies, para poder dibujarte en todas mis paredes, y vivir rodeado de tu forma de mirarme.

Regálame mi cordura, y ya me encargaré yo de perder la cabeza soñando contigo y tus labios entreabiertos.

Déjame vivir, y te juro que no se lo diré a nadie. No contaré nada. No hablaré de los lunares que viven en tu piel, no divulgaré los secretos de tu boca, no confesaré el pecado de tus caderas. No hablaré. Pero déjame vivir.

Déjame vivir, que ya me ocupare yo de poner punto y final a mis latidos.

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