miércoles, 14 de febrero de 2018

Dos hermanas


-¿Y aquella vez que te entró varicela qué?

- No es lo mismo

-¡Cómo que no! Tú fuiste quien se puso enferma primero…y al de dos días ¡Pum!-Helena golpea la palma de su mano.- Yo estaba enferma también…Como un reloj.

-Pero puede ser que te hubiera contagiado yo, ¿No crees?

- Vale, te acepto eso. ¿Y cuando te caíste del columpio y a mí también me dolía el brazo? ¡El mismo brazo! ¡Tuvimos que ir a urgencias las dos!

-¡Eso fue porque te querías saltar clase, y fingiste todo el camino hasta el hospital!

-Joder Marta…Eso sí que es rebuscar las explicaciones.

-¿Y qué quieres que haga? ¿Qué me crea esa absurda teoría tuya, que suena a cuento de ciencia ficción? Que la vida no es así Helena.

- ¿Tanto te cuesta creer que estamos conectadas? Por amor de dios, ¡Somos gemelas, Marta! ¡Llevamos compartiendo el mismo aire desde el vientre de tu madre!

Las hermanas se soportan la mirada la una a la otra, con las caras crispadas muy juntas. Idénticas de una manera infinita, como el reflejo de un espejo que se mira a sí mismo. El mismo pelo negro y liso, los mismos ojos verde esmeralda irradiando furia… una eternidad de colores exactamente iguales.

El cuarto parece una representación de esa similitud. Dos camas, mismas sábanas. Dos escritorios atiborrados de papeles, compartiendo el desorden general. Las paredes forradas de fotografías, individuales o a rebosar de participantes, imposible distinguir cuál de las dos fue la protagonista para cada uno de los flashes, ni siquiera ellas son capaces de discernir a cuál de las dos pertenece la fotografía. Helena resopla, y la tela negra de su bata da un brinco.

-Nochevieja del año pasado.

-Venga ya…

-Piénsalo, esa noche vomitaste todo el vino de la cena en la alfombra del salón, y tuve que arrastrar tu culo hasta el baño para lavarte y luego te metí en la cama. Al día siguiente tenía una resaca demencial, y yo apenas había bebido.

-Joder…

-¿Y cuando te pusiste a llorar porque Jorge me había dejado? Casi parecía que te dolía más a ti que a mí.

-Se llama empatía, ¿Sabes? Te habían jodido y yo lo sentía por ti.

-¡Precisamente! ¡Lo sentías por mí! ¡Estamos tan unidas que fluimos una hacia la otra!

Marta se cruza de brazos y se aleja hacia la ventana meneando la cabeza. Con manos temblorosas y rebusca en el bolsillo de su bata hasta encontrar un arrugado paquete de tabaco. Helena la sigue, colocándose frente a ella, pero su hermana mantiene la cabeza gacha y la mirada clavada en las zapatillas rosas de lana en sus pies.

-Marta…

Marta la ignora y prosigue su búsqueda con la mano en el bolsillo. Extrae un mechero y procede a encenderse el cigarrillo con un pulso convulso.

-Marta mírame.

Su hermana aspira la primera calada y levanta el rostro, le brillan los ojos como charcas de agua salada; las lágrimas se acumulan en sus párpados y ella parpadea para disuadir sus deseos de salir.

-Marta tienes que creerme…-La voz de Helena es casi una súplica.-Estamos conectadas…

Marta aprieta la mandíbula.

-Entonces, ¿Esa es la única explicación que le encuentras?- Aplasta el cigarrillo en el alféizar y se gira enfrentándose a su hermana. Mirada fría y la barbilla alta, amenazante.- La única explicación para que tú, Carlos y yo  tengamos los tres la gonorrea. Tú, mi novio y yo tenemos la misma ETS porque Yo te la he pasado.- Su voz tiembla ligeramente al finalizar esa frase.

Helena está al borde de las lágrimas, con los ojos ahogados y el labio inferior baila el son de las lágrimas-Tienes que creerme…

-Pero mira que eres puta…

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