-¿Y aquella vez que te entró varicela qué?
- No es lo mismo
-¡Cómo que no! Tú fuiste quien se puso enferma primero…y al
de dos días ¡Pum!-Helena golpea la palma de su mano.- Yo estaba enferma
también…Como un reloj.
-Pero puede ser que te hubiera contagiado yo, ¿No crees?
- Vale, te acepto eso. ¿Y cuando te caíste del columpio y a
mí también me dolía el brazo? ¡El mismo brazo! ¡Tuvimos que ir a urgencias las
dos!
-¡Eso fue porque te querías saltar clase, y fingiste todo el
camino hasta el hospital!
-Joder Marta…Eso sí que es rebuscar las explicaciones.
-¿Y qué quieres que haga? ¿Qué me crea esa absurda teoría
tuya, que suena a cuento de ciencia ficción? Que la vida no es así Helena.
- ¿Tanto te cuesta creer que estamos conectadas? Por amor de
dios, ¡Somos gemelas, Marta! ¡Llevamos compartiendo el mismo aire desde el
vientre de tu madre!
Las hermanas se soportan la mirada la una a la otra, con las
caras crispadas muy juntas. Idénticas de una manera infinita, como el reflejo
de un espejo que se mira a sí mismo. El mismo pelo negro y liso, los mismos
ojos verde esmeralda irradiando furia… una eternidad de colores exactamente
iguales.
El cuarto parece una representación de esa similitud. Dos
camas, mismas sábanas. Dos escritorios atiborrados de papeles, compartiendo el
desorden general. Las paredes forradas de fotografías, individuales o a rebosar
de participantes, imposible distinguir cuál de las dos fue la protagonista para
cada uno de los flashes, ni siquiera ellas son capaces de discernir a cuál de
las dos pertenece la fotografía. Helena resopla, y la tela negra de su bata da
un brinco.
-Nochevieja del año pasado.
-Venga ya…
-Piénsalo, esa noche vomitaste todo el vino de la cena en la
alfombra del salón, y tuve que arrastrar tu culo hasta el baño para lavarte y
luego te metí en la cama. Al día siguiente tenía una resaca demencial, y yo
apenas había bebido.
-Joder…
-¿Y cuando te pusiste a llorar porque Jorge me había dejado?
Casi parecía que te dolía más a ti que a mí.
-Se llama empatía, ¿Sabes? Te habían jodido y yo lo sentía
por ti.
-¡Precisamente! ¡Lo sentías
por mí! ¡Estamos tan unidas que fluimos una hacia la otra!
Marta se cruza de brazos y se aleja hacia la ventana
meneando la cabeza. Con manos temblorosas y rebusca en el bolsillo de su bata
hasta encontrar un arrugado paquete de tabaco. Helena la sigue, colocándose
frente a ella, pero su hermana mantiene la cabeza gacha y la mirada clavada en
las zapatillas rosas de lana en sus pies.
-Marta…
Marta la ignora y prosigue su búsqueda con la mano en el
bolsillo. Extrae un mechero y procede a encenderse el cigarrillo con un pulso
convulso.
-Marta mírame.
Su hermana aspira la primera calada y levanta el rostro, le
brillan los ojos como charcas de agua salada; las lágrimas se acumulan en sus
párpados y ella parpadea para disuadir sus deseos de salir.
-Marta tienes que creerme…-La voz de Helena es casi una
súplica.-Estamos conectadas…
Marta aprieta la mandíbula.
-Entonces, ¿Esa es la única explicación que le encuentras?-
Aplasta el cigarrillo en el alféizar y se gira enfrentándose a su hermana.
Mirada fría y la barbilla alta, amenazante.- La única explicación para que tú,
Carlos y yo tengamos los tres la
gonorrea. Tú, mi novio y yo tenemos la misma ETS porque Yo te la he pasado.- Su
voz tiembla ligeramente al finalizar esa frase.
Helena está al borde de las lágrimas, con los ojos ahogados
y el labio inferior baila el son de las lágrimas-Tienes que creerme…
-Pero mira que eres puta…
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