Sabré que has muerto el día que se caigan los tulipanes.
Cuando ya no iluminen la noche con estufas, y los girasoles
no busquen el sol.
Cuando todo esté muerto y apagado, y en la radio sólo suene
la estática. Las pistas de baile se ahogarán en serpentines secos y las luces
de neón habrán quedado mudas.
Será entonces el día en que se nos olvide cómo usar las
letras en cursiva, y las palabras queden encerradas en líneas rectas. El
infierno de un mundo en paralelo carente de tus curvas y pendientes, de tus subidas
de ánimo y las bajadas de tus caderas.
En el año de la rata ya no quedarán atunes para hacerte sushi,
y ya habremos gastado toda la sal para hacer palomitas.
Sabré que ya no merece la pena seguir volando cuando no
encuentre tu humo perdido entre las nubes, molestando a los aviones y haciendo
espirales alrededor de los rayos del sol. Me quedaré tumbado en la carretera
contemplando el desierto de un mundo sin ti. Y la brisa que antes empujaba tus
carcajadas a lugares junto al mar me revolverá el pelo buscando en sus raíces
restos de tu ser.
Y ya no ladrarán por la noche los perros y no saldrán
a reír las hienas porque habrás oxidado la Luna con tu ausencia. No quedan
farolas. No quedan farolas que te sufran.
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